LA MEJOR BENDICION EN LA VIDA

miércoles, 12 de marzo de 2008

EL MILAGRO DE SER MADRE



Por Ana Luisa Herrera El Sentinel Han pasado muchos años, sin embargo recuerdo vívidamente el día en que nació mi hija. Era mi primera bebé. Se veía tan chiquita y tan frágil. Era preciosa. Un día que jamás se me olvida y que cambió por completo mi vida.
Cuando después de largas horas de dolores y finalmente el parto, el doctor levantó a mi bebé en alto y me dijo "es mujercita!" (en esos días no había la técnica para determinar el sexo del bebé), sentí muchas emociones al mismo tiempo que son difíciles de describir: extrema felicidad, miedo, impotencia. Acababa de presenciar el milagro más maravilloso de la vida, el haber dado vida a otro ser. En ese momento poco me importaba ya los dolores por los que había pasado, las náuseas de los meses anteriores o la barriga que deformó poco a poco mi cuerpo.
Era un ser perfecto, bellísima y tan pequeña. Pero también me daba cuenta que ser madre no es algo que se aprende en la escuela o en la universidad. Había estudiado y aprendido muchas cosas en las aulas, recibido diplomas, premios; pero en el arte de ser madre era totalmente neófita.
Me sentía inútil frente a mi bebita recién nacida. No sabía cómo alimentarla con mi pecho; ni siquiera sabía cambiarle bien un pañal. Cuando pusieron su cunita junto a mi cama, sus grandes ojos me miraban fijamente, como si me reconociera. Se veía tan chiquita y tan indefensa. Parecía decirme "no me dejes sola, mami". De sólo pensar que este ser pequeñito dependía ahora totalmente de mí, me asustaba. Me hacía mil preguntas sin respuesta: ¿seré una buena madre? ¿sabré cómo cuidarla? ¿Y si se enferma y no sé qué hacer para sanarla?¿Y si no sé criarla?
Pero el aprendizaje vino por sí solo a medida que mi bebe iba creciendo de la misma manera natural en la que uno aprende a respirar: ella me enseñó a ser madre. Aprendí a reconocer sus estados de ánimo, a saber cuándo tenía un cólico, cuándo se sentía enferma, cuándo lloraba por hambre o porque tenía sueño; cuándo quería jugar o simplemente tener una caricia mía.Cuando nació mi hijo un año después, un bebé hermoso y robusto, las cosas fueron más fáciles. Por lo menos ya no me sentía tan inútil en el tema materno y losdescubrimientos en mi nuevo bebé eran diferentes y llenos de nuevas esperanzas.
Ser madre me enseñó además a entender más a mi propia madre, como mujer y como amiga. Pronto aprendí también que todas las primerizas pasan por los mismos temores e inseguridades. Pero por sobre todas las cosas, aprendí que Dios fue magnánimo al dotar a la mujer con el maravilloso don de ser madre.

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